Carta abierta a Abelardo Castillo

Estimado Abelardo:

Es verdad que lo conozco hace bastante pero no lo suficiente.

Leí, esporádicamente, alguno de sus cuentos. No fue por propia voluntad, cayeron en mis manos a causa de diversos talleres en los que participé.

Mi amiga lo adora. Siempre me habló de usted con gran devoción. Para serle franca, mucha gente me habló de usted.

En una Feria del Libro busqué como loca sus Diarios, esos que van desede 1954 a 1991. No sé qué me impulsó a hacerlo, pero lo hice. Los compré y se quedaron ahí, dormidos en mi biblioteca. Nunca había tiempo

Tres años pasaron y una pandemia hizo que comenzara a leerlos.

Estoy atrapada entre sus letras.

Hoy se cumplen tres años sin su presencia física pero para mí está más vivo que nunca.

Comencé un camino que parece no tener fin, el de leerlo.

Ya tengo el segundo tomo de sus Diarios, esos que no llegó a ver publicados.

La vida de un escritor puede ser muy apasionante. Su legado es inmenso.

Esa es la suerte de algunos, ser inmortales.